La imitación es la forma más natural de aprender para los pequeños. Desde el primer momento, cuando vienen al mundo, lo que hacen es observarnos constantemente, grabar en sus memorias cada acto, cada palabra. El hecho que aprendan un idioma (o varios a la vez) por simple imitación dice mucho: todo lo que hagamos o digamos podrá ser usado en nuestra contra, me dijo una amiga hace años hablando de los hijos.
Aunque filtrados por su propio carácter, nuestros hijos son en parte replicas de nosotros así que si queremos que «se porten bien», «coman verduras», «no digan tacos» tenemos que empezar por hacerlo nosotros mismos. Ya lo sabemos. ¿Pero siempre lo hacemos? Tenemos que actuar más que decir y al mismo tiempo ser coherentes con lo que decimos! Uff, una tarea super difícil y casi imposible si consideramos que: no somos perfectos, no siempre hemos tenido los mejores maestros, vivimos en una sociedad por nada sostenible.
Como hacerlo entonces? Como puedo evitar sufrimientos y posibles traumas inútiles a toda la familia sin dejar de ser una criatura maravillosamente imperfecta?
Lo que yo he hecho en mi intento de evitar errores ha sido e sigue siendo no dejar de tener dudas, intentar recordar que mi hija es una niña en desarrollo, de la que no puedo esperar las mismas acciones y reacciones que de un adulto, leer mucho sobre crianza y sobre todo seguir mi instinto.
Los pilares de nuestra sociedad son la prisa y el miedo (entre otros). «No tengo tiempo» es sin duda una de las respuestas que damos más a menudo. No es una sociedad sostenible porque nos exige estar en todas partes, ocupándonos de mil tareas, muchas de la cuales inútiles si el objetivo es la felicidad. Tenemos que trabajar, cuidar de la familia, del hogar, ocuparnos de gestiones administrativas de todo tipo, recordar mil cosas cada día. Y cuando llega el momento de estar con nuestros hijos, no siempre sabemos estar presentes y trasladamos nuestro estrés a ellos que no quieren nada más que nuestra atención. A sus ojos nosotros somos el terreno de aprendizaje de la vida, piensan que lo que hacen sus padres es justo y automáticamente lo repiten. Así que quizá la clave sea recordar la niña o el niño que hemos sido o hubiéramos querido ser.
Dar el buen ejemplo, ser mejor persona a través de mi hija (y gracias a ella), pedirle perdón cuando se me escapa la paciencia, explicar el porque de las cosas, recordar que sus ojos ven otro mundo, estas son las cosas que intento hacer, un poco cada día. Al principio me daba miedo equivocarme, no estar a la altura, faltarle en algo a mi hija y cuando eso pasaba me castigaba con un aterrador sentido de culpa. Ahora, después de 6 años como mamá soy más paciente y tolerante ante todo conmigo misma; cuando me equivoco pido perdón a mi hija y lo hablamos. No intento ser perfecta porque es imposible y aburrido; intento ser yo misma y mantener un diálogo abierto e sincero, sin olvidar que estoy hablando a una niña de 6 años pero al mismo tiempo tratándola con honestidad y respeto. Será lo correcto? Igual no para todos pero para mi sí lo es!
¿Y tu como lo haces?
❤ ❤